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sábado, 19 de enero de 2013

Un milímetro y ahí estabas tu.

Un milímetro era el límite de tus labios y mi piel, frontera precisa de tus besos eternos, seguidos y reiterados, buscando la tormenta perfecta de lenguas de fuego, susurros equidistantes en el movimiento de estrellas que dejamos caer en los brazos de la pasión, enlace de lazos era tu cuerpo en el mío jugando a ser uno.

Un milímetro era el momento de ser saliva, sal de sales cuando entras y sales de mi cuerpo refugiado en un abrazo estratosférico y termonuclear de luz eterna, como tus ojos de faro que se abren y se cierran pensando en el placer perpetuo y que recorren mi alma como mariposas que revolotean mi alma y se posan en mi corazón y me acarician cuando tus dedos son manos de universo en mi cuerpo.

Un milímetro era la recta de tus labios, curva de tu cuerpo, cuando te pido que seas principio y final de tu cuerpo, segmento de volcán que ruge en mi interior y que despierta urgencia de tenerte sumergida en la burbuja de mis alas. Al mundo de navegar, al mundo de nacer, al mundo de navíos, al mundo de nácar, de tu alma que sigue perenne en mi corazón para siempre.

Un milímetro que se hizo perfecto cuando desapareció el límite que me llevó a tenerte en el tiempo que se hizo reloj, atrasando las horas para que nada acabara, porque lo que empezó es interminable en calles desiertas, donde las manos se unen y el silencio lo dice todo, y con la nieve en la cumbre de año de bienes, cuando vienes y no puedo negar el deseo que tengo de tus labios mojados y en los que dibujas la pasión.

Roberto Lumar



                                         Cielo termonuclear en Cadaqués - Luz del Mar

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta tu forma de.escribir

Unknown dijo...

Precioso...Gracias