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martes, 20 de noviembre de 2012

Querencia de ti.

Tenía los dedos paralizados, sentía que el mundo estaba vacío porque tu no estabas en él. Decidí navegar, con rumbo premeditado y hacia tus labios de cristal, flores de amapolas cuando te beso y me siento la continuación de tu cuerpo inédito.

Navegué por cornisas de tu cielo, hecho altura con mis párpados de miradas que sólo soy capaz de dedicar a ti. Ojos que poseen lo que necesito, permanencia exacta en coordenadas milimétricas, deseo de que seas bandera de mi asta, hasta que el tiempo se acabe en mi alma. 

Y salté al vacío de tu cuerpo, medianoche que se enmascara en los lazos de la cordura, pasión perfecta e imperecedera que ansío como burbujas de sal convertidas en azúcar. Deseo de desearte con la querencia de desear tus noches en las mías.

Y llegué a tu isla, ensimismado porque la niebla no me dejaba llegar a tus ojos, reflejo lunar de tu resquicio impenetrable de años, segundos amurallados, temblando como el hielo que se derrumba con el calor de mi cuerpo, que hace del movimiento magia y que se balancea en la pasión que se escondió detrás de la esquina de mi alma.

Sueño con tus momentos repetidos, notas musicales que se hacen silencio y que estallan siendo bemoles en compases de vértigo, cuando la soledad es mi remanso de faluas, en pentagramas que quiero tocar como tu cuerpo siendo arpegio de mi corazón. 

Vuelve, será una melodía de placer y equidistante a lo que mi alma y calma siente...

Roberto Lumar

                                          Cada vez que me amas es un milagro. (Cadaqués)

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