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miércoles, 28 de noviembre de 2012

No son sueños.

No son sueños los que me invaden cuando se que realmente despierto. Podría decir que el universo se vuelca para recoger tus estrellas, despeinadas en las noches que el tumulto de mi piel se vuelve incandescente, y no tengo más remedio que desaparecer con el amanecer en brazos de tus sueños, hechos suelos en los pliegues de tu universo, que aún me pertenece.

Toco fondo para impulsarme y dedico mi alarido a tu respiración entrecortada, que sonríe cuando al final de tu fondo planeo y te respiro. Cuando acercas ese momento, mi alma se eleva y te canta hasta quedarte dormida en la arista perfecta de tu rincón más íntimo.

No son lágrimas, es el fin del principio o el principio de ti, cuando tu corazón es la parte más sagrada y que deseo ser la cruz de tus manos que dan la vuelta a lo que hoy multipliqué en estados divisorios. No puedo contener mi aliento, si tu alimento es el mismo que el mío. Abstráeme y muéstrate como reloj del pasado con miradas de futuro.

Y toco el cielo, para descargar las nubes, extracto oblicuo de permanecías exactas a tus límites donde, sin bucear, encuentro tu estrella fugaz...deseos de amapolas que limpian el jazmín de tu boca, siendo arrecife de corales tu cuerpo lleno de mi. Ahora que tengo el momento preciso de tu fotografía en el glaciar de mi memoria, deja que llene tu corazón con elegantes vestigios de placer, para ver el sol nacer de tu cuerpo.

Roberto Lumar.

                                          En el cielo de tu boca. (Galicia) 

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Y cuándo salga el sol? ¿Cómo será el resplandor?