Me quema y se congela.

El amor me quema y me deja sabor a nada. Lo que nos unió, imán atrapado debajo del mar y con medusas en las espaldas, nos hundió como naúfragos a vivir eternamente en el fondo del mar. Corales grises con sabor a nada, me hicieron reflexionar que el destino se termina, cuando el fin, es un avión en el cielo, y que su huella es tu corazón que se diluye entre nubes volanderas.

El amor se congela, me congela cuando tu corazón todo lo hiela, entre la niebla de hoy que hace añicos el deseo de labios impregnados de luciérnagas hostiles y volátiles. Señal que me has perdido, que me has hundido en los placeres de lo recóndito. Nieve que cae, susurros que se escapan y mente en blanco como campos nevados, remolinos de pasión que se caen al suelo sin remitir tu persistencia en el hastío de recogerlo.

El amor se apasiona, me aprisiona, me deja sin aliento ahora sin ti. Veo márgenes de sentimientos hechos veredas, como lunas llenas que me contestan lo que ahora soy. Soy un alma suelta, que dando vueltas, mi vida se abraza a la enredadera de los besos que aún faltan por dar. No necesito oropeles ni vestigios de amapolas para ser uno, el que soy.

El amor me quema y me congela, me sube y me baja, me sale y me adentra en dirección opuesto a las puestas del sol. Quiero amaneceres color rosa, como rasguños de cielos en mi alma, arañada de morder la pasión en los vergeles de tu único amanecer.

Roberto Amador

                Se congela en días de amaneceres eternos de candidez inusitada (Boltaña)