Onírico Imperfecto del Verbo Amar (Despertar después de la tempestad)

Desearía no tener que ser onírico. La sinrazón me devuelve al día...y amanece sin tu compañía, que espanta la dualidad haciendo el ritmo solitario soledad. Aparco en el borde del horizonte y mezclo el sabor de la felonía con el abrazo hecho pasado que fueron fuegos fugaces.

Y desearía no tener que volver a soñar lo soñado, porque despertar en los brazos de la alevosía, me hizo ser algodón en la cuna de tus besos, extasiados con púrpura de rojos tintados en tus labios encendidos. Ahora que duermo a la intemperie del sorteo cruel de las estrellas heladas. La noche me guía por mapas borrosos, deriva de mi calma hecha instantes abandonados.

Volvería a desear ser tu sueño, sueño con ápices de zancadas de milímetros que recorren la distancia, esa distancia asesina que nos hizo volver al oro, oropel hecho papel, sin compás de brújula, que no indica ni trópicos ni tópicos. Sueño sin dueño, instante perfecto donde el querer fue verdad, y el exceso fue la piedad del vendaval que pasó por el glacial de una llama.

Y volvería a ser ese temblor, que de frío me dio calor, en momentos de flaqueza y que aunque reproché lo que únicamente deseé, fui final de un principio soñado, con puntos suspensivos, del preso que ansía ser cárcel del mañana que ha muerto en el acabado círculo del deseo.

Y desearía, que igual, jamás me hubieras querido, ya que lanzas como astillas, se clavaron en la prematura cima imaginaria del deseo deseado, despertado en noches en las que tu cuerpo tanto he deseado.

Desearía desear el amar del despertar, sin soñar y ser verdad. Verdad inédita que derreme amor a mares.

                                El aire besando el sol, amaneciendo en Suceava (Rumanía)