Mi alma hecha tuya

El alma, que poseo, enjambre de miel salada, que distrae los sentidos hacia los vestigios del instinto, que golpean a la alevosía, terca de noches agujereadas con trozos de cristal transparente, me hace ser aire liviano entre tus manos de imán.

Mi alma, que inmortal sueña, con resucitar y no vivir con el dolor de mañanas insípidas, de gestos sin concupiscencia. Ése alma, aparecerá camuflada cuando no seas mía y así podría ser invisible, para beber en tu geografía hecha mapa de cuerpo de luz, que me ciega cada vez que me besas.

Mi alma, que se filtra en noches apaciguadas, y que carece de potencia estelar, y  que son pilares que soportan lo que me transporta al infinito, sin dejar de mover las alas, a la velocidad de balas, refugio de tempestades, sin cuaderno de bitácora, hoy yendo hacia tu popa.

Mi alma, que es espejo de sueños, donde el dueño es el empeño, cuando mi corazón cae de nuevo al suelo. Siluetas de fuego, que queman el cielo, con deseo, y que eso es lo que anhelo, desnuda luz ante mi, herida de sentimientos uniformes que forman esquirlas de la pasión que hay en tus ojos.

Mi alma, que ama, que amasija tus entrañas, en la entrada de tus deseos hecha calma, es lo que me calma una y otra vez, para ser aire, para que me respires y yo sea respiración en el interior de tu mundo. Esta vez, entre tu lascivia y mi impudicia, crearemos liviandad dentro de tu mundo hecho serenidad.

Roberto Amador

                           Mi alma entre nubes de vértigo (Sarajevo)