Augurio de peldaños hacia tu corazón.

Auguro un cielo como tu boca, hoy mojado, trasnochado como la aurora, que es ahora, anochecer en el placer de lo que besé. Durmiendo, con una tregua cuando el mundo despertó, te ofrecí lo que nadie me pidió y así, a contraluz, te tuve siendo espejo, pero lejos.

Auguro una noche como tu cuerpo en la oscuridad, maravillas hechas cenizas, de un fuego eterno, que resurgió en la luna creciente de medidas astronómicas de andar por el desierto. Besos, esos de fugacidad, felicidad y honestidad; Hoy miel hecha piel, imán con sabor a desván, alturas de terciopelo, que cada vez que asciendo te noto más adentro.

Auguro que el día se ha ido, la noche fue desayuno y el amanecer reposo de algas, almas más tiempo que corazón, y el corazón se convirtió en retal, sin tus besos sólo metal. Al alba quise ser caracola con sabor de ola, pero espumas como las brumas, saladas con alas, pero me fui al balcón de tu horizonte lineal para augurar que el hastío sería el final del círculo fabricado con tus caricias.

Auguré que amarte era despertarme, desperezarme en tu cuerpo de brasas, despertarte con ritmos herméticos sólo para ti, danzas de vértigo, paredes como puertas, yendo al cielo, cielo de tu boca hecha lluvia y que me hace ser diluvio dentro de tu cuerpo. Así, auguré que te amé en el fondo de tu mar, hecho sal, para mi convertido azúcar.

  Besos mojados, amanecer como tu cuerpo (Hungría)