Reflexión III (De la concupiscencia)

Corro en las nubes, casi perdiendo el equilibrio mientras salto sobre mapas inéditos. El deambular me hace fuerte ya que mis ojos son faros que todo lo divisan desde las torres hechas estrellas y monto mi fortín en las encrucijadas más allá del bien y del mal.

Mal, por ser otra vez minúsculo entre el universo y mi alma. Bien, por sentir que la placidez del viaje me hacía cada vez mas sol, mas puro, mas luz.

Dí la vuelta a mi corazón para hacer de él gota de lluvia, lágrima furtiva y esperanza equilibrada ante lo que me falta por llorar. No debí mirar hacia abajo ya que el vértigo era palpable, pero me agarré al alma, espejo circundante donde veía que pasaba el tiempo en siglos agarrado a tu cintura de oro.

Si supiera que ahora sueño, regresaría a tu hálito, reflejo de besos en forma de círculos.
Si supiera que ahora despierto, volvería al círculo imperfecto de curvas como destinos que se antepusieron a tu corazón.
Si supieras cuando sueño, no te pediría hacer nada que no pudiera a través de la alevosía.
Si supieras cuando despierto, sabrías que el sueño fue un efecto de un defecto que viví a solas contigo.

Roberto Amador

Ahora sé que el esqueleto de mis sueños es una planicie de insomnio y que para llegar a la cima de mi faro tan sólo necesito que tu concupiscencia no sea tan caótica como un viaje de ida y vuelta improvisado. Que las tormentas son un relámpago sin luz si no respiro junto a ti. Que el destino sea energía de soñar juntos, y que la locura sea placer de una huida en el océano, naufragando en tu cuerpo una y otra vez.

                                          Todas las hojas son del viento (Spinetta)
                                          Otoño concupiscente entre mis manos.